Las utopías viajan en globo


 

Una hoja de hierba no es menos que un día de trabajo de las estrellas.

Walt Whitman.



No podemos hablar de afecto si permitimos que el mundo se convierta en un desierto árido y hostil para nosotros o nuestros semejantes. El universo no es excluyente los derechos, los deberes, la solidaridad, son respuestas de la inteligencia, son respuestas del corazón.

Pensar que el otro es diferente o que somos especiales y exclusivos, cultiva la indiferencia y alimenta la ignorancia.

Cuando pensamos en el dolor de los demás, en el dolor de la niñez, intrínsecamente hacemos una confrontación con nuestro entorno. Nuestros seres queridos, nuestros, hijos, hermanos, sobrinos nietos. Decretamos internamente que bien que ellos estén a salvo.
Sin embargo, la injusticia y la indiferencia son ingredientes fundamentales para que existan seres humanos con amargura y dolor, que lastran por la vida odiando al otro que no quiere mirarle a la cara como un igual.

Gran parte de las acciones monstruosas de nuestra sociedad provienen de pensamientos y seres que crecen en las mazmorras de la desigualdad.
Estos seres como tú y como yo, también fueron niños también quisieron jugar, saltar, correr, bailar, reír, abrazar,
Por naturaleza nacemos dotados de la capacidad de amar, pero también de la de odiar.
Propender por que los niños crezcan y se desarrollen en condiciones óptimas es un deber humano, más que los derechos del niño hablemos de nuestros deberes como humano.

En Colombia como en muchas partes del mundo existe una guerra producto de la desigualdad y la ambición desmedida, existen en medio del fuego cruzado millones de personas, muchas de ellas niños, que han tenido la “desgracia” de nacer en un territorio hermoso y dotado de riquezas, desgracia porque este mismo espacio es el centro de las acciones armadas por diversos bandos para los cuales el resplandor de su codicia no les permite ver lo nefasto de sus acciones contra la población inocente.
 En esta azotada población yace el futuro de la humanidad, más de un millón de niños se han visto afectados directamente por esta guerra descabellada, sea por agresiones físicas, sicológicas, reclutamientos incluso muertes.

Una cosa si debemos tener claro, no importa quien empezó o quien es más culpable en esta guerra de más de 50 años, lo realmente importante es liberar a la niñez de cualquier tipo de agresión.

Debemos influir como seres de este mismo planeta con nuestras acciones para que esos niños, tan niños, tan valiosos y tan humanos como los nuestros, disfruten de los derechos y libertades como es debido. Para que, quien sabe, tal vez, algún día se encuentren estos niños de Colombia o de cualquier otro territorio afectado por la guerra, con nuestros hijos y puedan saludarse y mirarse a la cara con frescura y complacencia mutua.
Tal vez no tengan que hablar de las desgracias de uno u otro sino simplemente de cómo disfrutar los dos ese momento especial en el que la vida los ha puesto uno frente al otro.